
Lo que los niños ya saben: Emilia Ferreiro y el poder de descubrir la lectoescritura
Hace muchos años, bajo la sombra de una higuera en el patio de mis abuelos, tuve una experiencia que marcaría mi forma de entender el aprendizaje para siempre. Mientras mi abuelo arreglaba su caña de pescar, una hoja de periódico yacía en el suelo. La tomé, la miré y, con la curiosidad chispeando en mi interior, le pregunté: “¿Qué sonido hace esta letra?”.

Con ojos de niño
Francesco Tonucci fue una figura profundamente influyente en mi camino como educadora. Recuerdo lo mucho que me cautivaban sus viñetas: pequeñas ventanas a un mundo visto desde la mirada de los niños, donde todo parecía tener un sentido más humano, más cercano, más honesto.


Caminando juntos
Aunque se podría decir que mi camino tiene un comienzo, sé que se extiende hacia los caminos de muchas otras personas. Maestros, investigadores, educadores, padres y niños, entre muchos otros, han contribuido a hacerme la persona que soy hoy.

Las emociones: en el corazón del aprendizaje
Hay un hilo conector que durante muchos años pasé por alto: la emoción.
Durante mucho tiempo, comprendí el aprendizaje a través del lente de la planificación, la estructura y la creatividad. Creía en diseñar ambientes cuidadosos, en nutrir la curiosidad y en ofrecer a los niños bellas invitaciones para explorar el mundo. Lo que aún no comprendía era cuán esencial es la conexión emocional—no solo para el desarrollo social, sino también para el crecimiento intelectual.